Centros comerciales y seguridad contra incendios: cuando el confort puede arder.
Una urgencia que no admite titubeos ni florituras legales
Es el pan de cada día: sábado por la tarde, centro comercial a reventar. Familias con bolsas, niños enloquecidos con un helado y dependientes que, entre sonrisa y sonrisa, vigilan de reojo los picos de afluencia. Todo parece en orden… hasta que no lo está. Porque la seguridad contra incendios, esa asignatura que se da por aprobada sin siquiera estudiar, puede convertirse en una trampa mortal cuando el sistema falla, el detector calla y el humo lo devora todo.
Hay que decirlo sin tapujos: los centros comerciales son estructuras de riesgo elevado. Lo son por naturaleza. Se concentran multitudes, se mezcla electricidad, se cocinan alimentos, se almacenan productos inflamables y se decoran los espacios con materiales más pensados para la estética que para la resistencia térmica. Y cuando el fuego aparece, no hay música ambiental que amortigüe el caos.
El decorado de la tragedia: una estética que incendia
A fuerza de querer parecer modernos y acogedores, muchos centros comerciales han caído en la tentación del diseño sin conciencia. Techos falsos, paneles de madera, moquetas, plantas artificiales colgando del cielo raso… materiales tan inflamables como inútiles a la hora de contener un incendio. El problema no es la belleza, sino la ignorancia con la que se le da la espalda al riesgo.
Es aquí donde nos detenemos, con un café en la mano y una mirada incómoda, en la normativa vigente. En España, el Código Técnico de la Edificación —concretamente el Documento Básico de Seguridad contra Incendios (CTE-DBSI)— establece claramente qué dispositivos se deben instalar en estos espacios. Lo complementa el Reglamento de Instalaciones de Protección contra Incendios (RIPCI), que detalla cómo llevar a cabo esas instalaciones y, más importante aún, cómo mantenerlas en condiciones óptimas.
Pero si algo nos enseñan los titulares de prensa, es que instalar no es igual a mantener. Que comprar equipos no es igual a entrenar a la gente. Y que colgar un plano de evacuación no garantiza que alguien lo siga.
Elementos vitales: bocas de incendio equipadas en acción
Uno de los pilares sobre los que debe descansar la seguridad activa en estos lugares es la instalación correcta de bocas de incendio equipadas. No hablamos de un accesorio estético, ni de un vestigio de la ingeniería setentera. Hablamos de un recurso inmediato, de un salvavidas en rojo, colgado en una pared, que puede marcar la diferencia entre contener el fuego o rendirse ante él.
Estas bocas deben estar estratégicamente ubicadas, con acceso fácil, sin obstáculos ni mobiliario decorativo que las oculte. Y, por supuesto, deben estar en perfecto estado, revisadas y listas para usarse en cualquier momento. Cualquier fallo aquí —una manguera obstruida, una presión deficiente, una llave oxidada— puede ser directamente letal.
La importancia de los bie incendios en la primera respuesta
Los bie incendios (bocas de incendio equipadas) son, en muchos casos, el primer y único recurso disponible antes de que llegue el cuerpo de bomberos. Son la defensa primaria, el escudo inmediato. De ahí que su funcionamiento no pueda dejarse al azar ni a la burocracia.
Su mantenimiento, regulado por el RIPCI, incluye revisiones trimestrales y anuales, con pruebas de presión, limpieza y comprobación de componentes. Y aun así, en demasiados centros comerciales, siguen siendo ignoradas. Pintadas de rojo para pasar desapercibidas entre carteles de rebajas, desatendidas, ignoradas como un cuadro de extintores en una oficina sin conciencia.
Evacuación y control de humos: la coreografía que salva
Más allá del equipo técnico, lo que realmente salva vidas en un incendio es la planificación y la señalización de las rutas de evacuación. Las salidas deben estar claras, visibles desde cualquier punto, iluminadas incluso en caso de corte de energía, y libres de obstáculos. Ni un perchero, ni un sofá, ni un expositor de perfumes. Nada.
A esto hay que sumar los sistemas de control de humos y los rociadores automáticos. Porque el fuego, sí, quema. Pero el humo mata. En minutos, puede nublar la visibilidad, causar asfixia y desatar el pánico. Solo un sistema eficaz de extracción y contención puede evitar que el incendio se convierta en una ratonera.
Y es precisamente en este punto, cuando ya llevamos recorrida casi la mitad del análisis, donde debemos hablar de informacion sobre extintores. Porque un extintor mal ubicado, mal señalizado o fuera de servicio no es un equipo, es una mentira. El conocimiento y el acceso rápido al mismo puede frenar un principio de incendio y evitar una catástrofe.
La conciencia colectiva como escudo final
Nada de lo anterior sirve si quienes transitan y trabajan en estos espacios no están formados. La prevención no es solo cuestión de arquitectos, técnicos o gerentes. Es una responsabilidad compartida que empieza por saber dónde está la salida más cercana y termina con una cultura de seguridad que impida el “esto no va a pasar aquí”.
La formación periódica, los simulacros, la señalética clara y el compromiso de todos los actores implicados son el cemento invisible que mantiene unido este edificio de protección. Porque de poco vale instalar lo último en tecnología si el personal no sabe activarlo, usarlo o interpretarlo.
Del espectáculo al protocolo
El centro comercial puede ser todo lo espectacular que uno quiera. Puede tener fuentes que bailan al ritmo de la música, pantallas LED que iluminan hasta el techo y esculturas de diseño que impresionan al más indiferente. Pero si no cuenta con una infraestructura sólida de prevención y respuesta contra incendios, es un castillo de naipes esperando a arder.
Porque no se trata de vender más, sino de proteger mejor. Porque lo verdaderamente importante no es que el cliente encuentre su talla, sino que encuentre la salida.