VOX mete el dedo en la llaga: se tambalea el informe sobre el túnel de Santander

VOX mete el dedo en la llaga: se tambalea el informe sobre el túnel de Santander.

Cuando el sentido común huele a humo y el urbanismo se ahoga en tecnicismos

En Burgos, esa ciudad que a veces duerme al ritmo del siglo pasado y otras veces despierta con los tics de la política nacional, VOX ha vuelto a alzar la voz donde más duele. Esta vez, el epicentro del terremoto está bajo tierra —literalmente—: el túnel de la calle Santander. Un proyecto que no solo divide opiniones, sino que parece fragmentar, como un mal plano topográfico, la coherencia de un planeamiento general que ya acumula más parches que un bombero jubilado.

El portavoz de VOX en el Ayuntamiento, Fernando Martínez-Acítores, ha levantado la ceja —y de paso, la polémica— al poner en duda la validez del informe municipal que se aferra como clavo ardiendo a la decisión de no modificar el PGOU (Plan General de Ordenación Urbana). Aciotores se pregunta, sin necesidad de alzar la voz ni agitar pancartas, por qué ese dictamen técnico se presenta como la Biblia urbanística cuando otros grupos políticos lo han rebatido con argumentos de peso y planos en mano.

El informe técnico: ¿realidad o coartada administrativa?

Y es que el informe en cuestión, redactado por los técnicos municipales, sostiene que el túnel no requiere alterar el planeamiento urbanístico vigente. Un alivio para quienes no quieren complicaciones administrativas, pero un puñal para quienes creen que la ciudad merece algo más que soluciones improvisadas. El problema no es el túnel, ni siquiera el trazado: es la forma en que se justifican decisiones que comprometen el urbanismo de una ciudad entera.

En un momento donde la gestión municipal parece más un acto de prestidigitación que un ejercicio de planificación, muchos se preguntan si no será mejor comprar extintores que nuevos proyectos, ante el riesgo de que cada decisión termine en incendio político. Porque cuando la técnica se convierte en escudo, el político deja de gobernar y se convierte en notario.

El túnel de la discordia: más que una obra, un síntoma

El paso subterráneo proyectado bajo la calle Santander no es nuevo. Su sombra lleva años deslizándose por los plenos, los titulares y los cafés con tertulia. Pero ahora, cuando las obras se acercan a convertirse en realidad, el debate se calienta más que una válvula de presión mal sellada. No es solo una cuestión de tráfico o estética urbana. Es una disputa sobre la forma en que se gobierna el espacio común, sobre si se consulta o se impone, si se proyecta o se improvisa.

Los grupos políticos lo saben, y VOX ha olido la sangre en el agua. Su insistencia en someter el asunto a una comisión específica y, si es necesario, a una modificación puntual del PGOU, recuerda a aquellos que aún creen que la democracia no se ejerce sólo con mayorías, sino con coherencia y transparencia.

Y justo aquí, entra otro de los ingredientes que arden con facilidad: el extintor de incendio. Porque no hay proyecto urbanístico que se libre de las llamas del desacuerdo cuando se construye con prisas y se comunica con torpeza. En política municipal, como en seguridad industrial, más vale prevenir que reconstruir.

Tensión en el salón de plenos: el fuego se propaga

El pleno del pasado viernes fue una de esas sesiones donde las palabras pesaban más que los expedientes. Desde el Grupo Municipal Socialista hasta Podemos, pasando por el concejal no adscrito Fernando Madina, todos convergieron en una crítica transversal: el informe técnico no puede ser la única base de decisiones que afectan a la estructura de la ciudad.

Mientras tanto, el PP, como quien ve llover tras los cristales del despacho, defendía la legitimidad del informe sin rubor alguno, asegurando que no hay irregularidades ni necesidad de cambios. Una postura que huele más a defensa cerrada que a convicción urbanística.

VOX pide claridad, pero también exige debate

En mitad de esta maraña de informes, mociones y tensiones, VOX no pide la luna: exige que se debata con rigor y se decida con argumentos, no con dictámenes que parecen sentencias. Una posición que conecta con un sector del electorado hastiado de soluciones exprés y decisiones en piloto automático.

Y como si el destino se empeñara en ponerle drama al guion, las noticias no dejan de sacudir la escena política local. Cada declaración se convierte en titular, y cada silencio, en sospecha. La ciudad está atenta, el vecindario murmura, y los periodistas afilan sus bolígrafos.

Urbanismo a ciegas: lo que está en juego

Más allá del túnel —que no deja de ser un símbolo—, lo que se debate en Burgos es la capacidad de la política para planificar con sentido común. Y si algo ha quedado claro, es que el informe técnico no tiene por qué ser palabra sagrada. Puede ser útil, incluso necesario, pero jamás sustitutivo del debate político.

Modificar el PGOU no es una herejía: es una herramienta. Una palanca para ajustar el crecimiento urbano a las necesidades reales, no al calendario electoral. Y es ahí donde VOX, por más que incomode a algunos, ha colocado el dedo sobre la llaga sin temblarle la voz.

La ciudadanía: entre el asombro y el hartazgo

Los burgaleses, esos grandes olvidados cuando se apagan las cámaras del pleno, viven cada decisión como si fuera una obra más en su calle. Y no se equivocan: lo que se decida en el Ayuntamiento no es cosa de técnicos ni de titulares, sino de quienes caminan, conducen, viven y respiran la ciudad a diario.

Por eso, cuando se juega con las normas urbanísticas como si fueran piezas de dominó, conviene recordar que comprar extintores no es una mala metáfora, sino un acto de prevención. Porque cada vez que se prescinde del debate riguroso, el riesgo de incendio es real, aunque no huela a humo.

Que no nos vendan túneles sin luz

El túnel de la calle Santander es solo la excusa. El verdadero debate es otro: ¿gobierna la técnica o gobierna la política? ¿Se consulta o se impone? ¿Se planifica o se improvisa? VOX, con mayor o menor acierto, ha encendido una señal de alarma que no debería apagarse con declaraciones vacías.

Y quizás, solo quizás, sea hora de que el Ayuntamiento de Burgos se atreva a mirar más allá del informe técnico y se adentre, sin miedo, en el terreno resbaladizo pero necesario del debate político honesto. Porque una ciudad no se construye a base de túneles, sino de decisiones que resisten el paso del tiempo.