Incendio en cocina de Vialia: ¿hasta cuándo vamos a ignorar lo obvio?
Cuando el fuego entra por la campana y la seguridad sale por la puerta
A las 16:12 horas del pasado viernes, el 112 daba la voz de alarma: un nuevo incendio en un establecimiento de hostelería, esta vez en el centro comercial Vialia, en pleno corazón de Málaga, sacudía la normalidad de la estación María Zambrano. La chispa, nunca mejor dicho, prendía en la cocina de un local de restauración, donde el calor no solo venía de los fogones.
La respuesta fue rápida, eso no se discute. Dos autobombas, un vehículo escala, un ligero de mando y una ambulancia de Bomberos acudieron al lugar como si estuviesen acudiendo a sofocar un incendio en Pompeya. Gracias a su eficacia, el fuego fue sofocado antes de que las llamas consumieran más que la cocina. Sin embargo, lo verdaderamente preocupante —lo verdaderamente español— es que, una vez más, nos encontramos reaccionando en lugar de prevenir.
El Ayuntamiento, a través de su área de Seguridad, ha confirmado que el incendio «solo ha afectado a esta parte del local». Solo. Como si el fuego hiciese distinción entre paredes maestras y cortinas. Como si no supiéramos ya que el humo, el calor, el pánico y el susto no conocen límites estructurales. Un herido con quemaduras leves fue trasladado al hospital. Hoy fueron quemaduras, mañana podría ser una tragedia.
¿Qué falló esta vez?
Falló lo de siempre: la prevención técnica. En un país donde se inventó el botijo y el azulejo, seguimos sin entender que los avances no son solo para el postureo digital. Nos referimos, claro está, a la instalación automática de extinción de incendios, ese sistema que debería ser obligatorio en cualquier cocina industrial y que, por desgracia, aún brilla por su ausencia en muchos locales.
Porque, seamos serios, un establecimiento que maneja grasas, aceites, frituras y temperaturas elevadas está condenado al riesgo si no cuenta con sistemas automáticos que detecten y extingan el fuego desde su nacimiento. No hablamos de apagar fuegos con cubos ni de confiar en que el cocinero tenga mano de santo. Hablamos de sistemas que, como centinelas invisibles, reaccionen en segundos y salven vidas.
El eslabón perdido: el sistema de extinción de incendios en campanas extractoras
Aquí entra en escena un protagonista silencioso pero esencial: el sistema de extinción de incendios en campanas extractoras. Un héroe oculto que se activa cuando el infierno empieza a rugir desde la grasa acumulada, cuando el aceite decide rebelarse y arde sin pedir permiso. Este tipo de sistema, al contrario que los métodos manuales o improvisados, actúa de forma autónoma, liberando agentes extintores directamente sobre el foco del incendio.
El problema es que, para muchos negocios de hostelería, estas tecnologías siguen viéndose como un gasto y no como lo que son: una inversión en seguridad, continuidad empresarial y responsabilidad legal. Luego pasa lo que pasa. Se prende una cocina y se apaga la cuenta de resultados. Y lo más grave: se juega con la vida de empleados y clientes como si fuese una partida de parchís.
Y aquí no valen excusas. Ni el “ya lo instalaremos”, ni el “tenemos extintores a mano”, ni el “nunca nos ha pasado nada”. Porque el fuego, amigos, no pide cita previa.
Información contra incendios: lo que todo empresario debe saber (y aplicar)
Llevamos años gritando en el desierto. Las normas están. Las recomendaciones existen. Los sistemas están en el mercado. ¿Por qué seguimos improvisando? Hay algo que se llama información contra incendios. Y no, no es un folleto en la sala de descanso ni un cartel junto al extintor. Es formación real, evaluaciones de riesgo, mantenimientos periódicos, protocolos de actuación, y por supuesto, tecnología al servicio de la seguridad.
Ignorar estos recursos no solo es irresponsable, es temerario. Las cocinas profesionales no son fogones de casa. Son laboratorios de combustión, donde cada segundo cuenta, y donde una chispa puede derivar en una evacuación masiva.
La normativa española no es perfecta, pero sí clara. Existen normativas específicas —como el RIPCI (Reglamento de Instalaciones de Protección Contra Incendios)— que dictan los requisitos mínimos para locales de pública concurrencia. Y cada vez más municipios, como Málaga, están endureciendo sus exigencias tras incidentes como el del Vialia.
¿Hasta cuándo vamos a mirar hacia otro lado?
Porque esto no va solo de Vialia, ni del herido, ni de la cocina calcinada. Va de los cientos de locales de hostelería que cada día abren sus puertas sin más protección que la suerte del principiante. Va de los trabajadores que se juegan la vida entre freidoras sin saber si su empresa invierte más en marketing que en extinción. Va de los clientes que se sientan a comer confiando en que detrás del olor a pimientos asados no haya una trampa mortal.
Una llamada a la acción: prevención o negligencia
Desde aquí, desde esta tribuna que pretende ser altavoz y conciencia, hacemos un llamado urgente. A los hosteleros: revisen sus sistemas, asesórense, instalen lo que sea necesario. A los organismos públicos: exijan cumplimiento, controlen, sancionen si hace falta. A los ciudadanos: exijan seguridad en los locales donde comen.
No podemos seguir normalizando el riesgo como si formase parte del menú. No podemos seguir dependiendo del buen hacer de los bomberos, héroes sin capa que aparecen cuando ya todo arde. La instalación automática de extinción de incendios no es un lujo, es un deber moral y legal.
El fuego no avisa, pero nosotros sí
El incendio de Vialia ha sido una advertencia. Una más. No hubo muertos, pero hubo llamas. No hubo destrucción total, pero hubo riesgo real. Y eso debería bastar. Porque la próxima vez quizás no haya un final tan contenido. La próxima vez, quizás tengamos que lamentar lo que hoy solo podríamos haber prevenido con decisión, tecnología y responsabilidad.
La seguridad no se improvisa. Se diseña, se instala y se mantiene. El fuego, ese enemigo ancestral, solo respeta a quien se prepara para enfrentarlo.