Oviedo, las bocas de incendio y la desgana municipal: la ciudad que juega con fuego.
Cuando la burocracia pesa más que el agua
Hay historias que no necesitan ser aderezadas, ni envueltas en celofán político. Hay historias que se cuentan solas, a mordiscos de realidad. Y esta, la de las bocas de incendio en Oviedo, no solo se cuenta sola, sino que grita, escuece, y, por qué no decirlo, indigna.
La capital asturiana, tan pintona ella, tan amiga de la cultura y del paseo dominical con paraguas, arrastra una de esas vergüenzas que se tapan con silencios gruesos como mantas viejas. Resulta que la ciudad que presume de modernidad lleva años caminando sobre una red de protección contra incendios oxidada, incompleta y, en algunos puntos, sencillamente inexistente.
Las llamas de la desidia
Oviedo no olvida —aunque a veces finge— el incendio de 2016 en la calle Uría. Eloy Palacio, bombero, servidor público, murió allí. Y no murió por imprudencia, ni por fatalidad. Murió, en parte, porque en el corazón comercial de la ciudad había una única boca de incendio. Una. Y estaba sellada bajo una losa de hormigón. De esas cosas que uno no se cree… hasta que se encuentra con la prueba.
¿Y qué se hizo desde entonces? Pues durante un tiempo, nada. Durante cuatro años, el Ayuntamiento y Aqualia, la concesionaria del agua, se enzarzaron en un rifirrafe jurídico que tenía más de sainete que de gestión. Que si el contrato dice blanco, que si la letra pequeña insinúa negro… Y mientras tanto, las bocas de incendio seguían donde estaban: invisibles, oxidadas o directamente fuera de servicio.
Una norma básica —de esas que nadie discute— establece que debe haber una boca de incendios equipada, señalizada y en correcto estado cada 200 metros en zonas urbanas. Pero en Oviedo, eso suena a ciencia ficción.
Bocas de incendios equipadas: una obligación olvidada
Cuando se habla de protección contra incendios, hay términos que deberían tatuarse en la frente de más de un gestor municipal. Uno de ellos es, precisamente, bocas de incendios equipadas. No decorativas. No simbólicas. Equipadas, con mayúsculas. Que funcionen. Que se vean. Que estén donde deben y no escondidas bajo adoquines.
La clave aquí no está en tenerlas, sino en mantenerlas operativas y accesibles. Algo que, como ha quedado demostrado, no siempre ocurre en la capital asturiana.
Y claro, como las desgracias no suelen venir solas, llegó la Navidad de 2017. Otro incendio. Esta vez, en la calle Melquíades Álvarez. Muy cerca de donde murió Eloy. ¿Resultado? Los bomberos volvieron a denunciar lo mismo: bocas en mal estado, ausencia de hidrantes funcionales, falta de presión. Y la respuesta de Aqualia fue un poema: «hay varios hidrantes a unos metros». Lo que no dijeron es a cuántos metros. Ni si esos hidrantes estaban revisados.
BIE incendios: otra pieza fundamental que se ignoró
Un edificio sin una bie incendios funcional es como un barco sin botes salvavidas. Las Bocas de Incendio Equipadas (BIE) no están para adornar. Están para actuar en los primeros minutos de un fuego, mientras los bomberos llegan. Pero para eso hay que revisarlas, mantenerlas, señalizarlas.
Y aquí entramos en el meollo del asunto: ¿quién lo hacía en Oviedo? Durante años, nadie. Aqualia decía que no era su responsabilidad. El Ayuntamiento, que sí. Y entre tanto cruce de hombros, los sistemas no se tocaban.
Años después, Aqualia ha reconocido lo evidente: que sí era su competencia. Que sí cobraban por ello. Que sí se estaban embolsando cerca de medio millón de euros anuales por trabajos que no se hacían. Vamos, como quien pasa la escoba por encima de una alfombra y luego envía la factura por limpieza integral.
¿Dónde encontrar información veraz? Aquí, información sobre extintores
Frente a tanto enredo institucional, la ciudadanía necesita certezas. Necesita saber qué medidas tiene su ciudad. Qué puede exigir. Qué herramientas existen para protegerse. Para eso, es útil acudir a fuentes fiables, sin rodeos. Si alguien quiere profundizar en estos temas con claridad y sin humo, puede buscar directamente información sobre extintores y seguridad contra incendios en recursos técnicos contrastados.
Porque, seamos francos, lo mínimo que puede pedir un vecino es que la red de emergencia funcione. No es lujo, no es capricho. Es supervivencia.
Lo que Oviedo no quiere reconocer: una red mal gestionada
Hay una verdad incómoda que se repite como estribillo en esta historia: la dejadez mata. La burocracia lenta, la interpretación interesada de los contratos, la falta de revisiones, todo eso construye el escenario perfecto para una tragedia.
Y sí, ahora se están revisando las bocas. Ahora. Tarde. Con retraso. Después de admitir que durante años se cobraron trabajos fantasmas. Pero la confianza, esa no se recupera con una brocha y una señal nueva. Esa cuesta más.
La administración local debe rendir cuentas. No vale con señalar al contratista. Hay responsables políticos que, durante años, permitieron el desgobierno técnico. Permitieron que un servicio vital se quedara a la deriva. Que los bomberos trabajaran sin medios. Que los vecinos vivieran engañados.
¿Y ahora qué?
Oviedo tiene una oportunidad. No de enmendar el pasado, porque eso es imposible, pero sí de blindar el futuro. Eso se hace con transparencia, con revisiones reales, con mapas públicos de hidrantes, con formación ciudadana, y sobre todo, con voluntad política de no permitir que la historia se repita.
Y eso, señores, no se resuelve con titulares ni con promesas. Se resuelve metiendo las manos en el barro. Empezando por reconocer los errores. Y corrigiéndolos. No mañana. Hoy.