Granada arde por la cocina: una lección que no se puede ignorar

Granada arde por la cocina: una lección que no se puede ignorar

Lunes a mediodía. Granada. 12:15 horas. El aroma habitual de las terrazas y los cafés de la plaza Bib-Rambla se ve interrumpido de golpe por el olor acre del humo. El servicio de emergencias 112 comienza a sonar como una campana desafinada: una decena de llamadas alertan de un incendio declarado en la cocina de un restaurante situado a la altura del número 8. El pánico, discreto pero real, obliga al desalojo inmediato del local y la intervención rápida de los Bomberos de Granada.

La jornada, que apuntaba a otra más de rutina estival, se convierte en una demostración de lo que ocurre cuando el fuego se cuela en una cocina sin permiso ni barreras técnicas que lo detengan. El resultado: caos, riesgo y una pregunta inevitable que flota entre las sirenas y las mangueras: ¿y si esto se hubiera podido evitar?

Cocinas sin defensa: un error que cuesta caro

Porque, seamos claros, en la mayoría de los restaurantes de este país todavía se piensa que con apagar la campana extractora y tener un extintor colgado en la pared, el peligro está resuelto. Pero no. No lo está. El fuego no entiende de excusas ni de horarios. Y cuando el aceite arde y la grasa acumulada se convierte en combustible, no hay tiempo que perder.

Aquí es donde los sistemas de extinción para cocinas dejan de ser una opción recomendable y pasan a ser un elemento imprescindible. Sistemas automáticos, capaces de detectar un incendio en su fase inicial y neutralizarlo antes de que se convierta en noticia. Porque eso es lo que falta en demasiadas cocinas: prevención tecnológica real, eficaz y ajustada a los tiempos que vivimos.

Normativa clara, obligaciones ignoradas

La normativa existe, pero el cumplimiento sigue siendo irregular. Aquí entra en juego un nombre técnico que debería figurar en letras mayúsculas en todos los despachos de gerencia de hostelería: la aplicación de la UNE 17446 sobre extinción automática en cocinas.

Esta norma, de obligado cumplimiento en nuevas instalaciones y altamente recomendada para las ya existentes, establece los requisitos mínimos que deben tener los sistemas de extinción:

  • Activación automática al detectar temperaturas anormales.

  • Cobertura total sobre fuegos de grasa y zonas de cocción.

  • Agentes extintores compatibles con alimentos y materiales de cocina.

  • Conexión al sistema de extracción y posibilidad de detención del suministro de gas.

Cumplir con esta norma no es cumplir con un papel. Es garantizar que un fuego como el del lunes no pase de susto.

El coste del susto: entre lo económico y lo reputacional

Porque no es solo el humo, ni la evacuación, ni la pérdida de materia prima. Lo que un incendio deja tras de sí, aunque sea pequeño, es una herida económica y reputacional. El precio sistema automático de extinción de incendios en cocinas cuesta menos que una noche sin dormir esperando a que lleguen los peritos del seguro. Y aún así, sigue siendo ignorado por una parte del sector que prefiere el riesgo a la inversión.

No basta con saber apagar, hay que saber prevenir

Y mientras las llamas son controladas, los expertos de emergencias repiten lo que ya hemos escuchado mil veces pero pocos aplican: formación, equipamiento y mantenimiento. Y también algo esencial: información sobre extintores. No se trata solo de tenerlos. Hay que saber dónde están, cómo usarlos, si están cargados, si tienen revisión vigente. Porque cuando el fuego brota entre fogones y freidoras, los segundos cuentan, y la improvisación mata.

La información sobre extintores no es opcional. Es parte del protocolo mínimo de cualquier establecimiento que sirva alimentos. Y aún más en lugares con alto tránsito de personas, como es el caso de un restaurante en pleno centro histórico de Granada.

Un incendio no es casualidad, es consecuencia

En cada suceso como el de la plaza Bib-Rambla, lo que arde no es solo la cocina. También se consume un modelo de gestión basado en el “ya lo haremos” o “esto nunca ha pasado”. Pero cuando pasa —porque pasa—, la responsabilidad es total.

Y aquí no valen las lágrimas post-incendio. Hay que actuar antes, cuando todavía hay tiempo de instalar sistemas modernos, cumplir normativa y formar al personal.

Granada ha tenido suerte. Pero la suerte no puede ser el plan de contingencia de nadie.

Un sector que debe asumir su madurez

La hostelería española tiene muchas virtudes. Pero en seguridad contra incendios, va con retraso. Y no será por falta de recursos, ni de ejemplos, ni de tecnología.

Hoy los sistemas de extinción para cocinas son asequibles, eficientes y adaptables. Existen soluciones compactas para cocinas pequeñas, sistemas por boquillas para instalaciones medianas y extinción por agentes limpios para entornos complejos. Además, su mantenimiento es sencillo y su activación automática garantiza respuesta incluso en ausencia del personal.

Cumplir con la UNE 17446, mantener los extintores revisados y formar al personal no es lujo. Es decencia profesional. Y respeto por la vida humana.

Menos excusas, más acción

No hace falta esperar a que una cocina arda para darse cuenta de que se podía haber hecho más. Los incendios no son inevitables, son prevenibles. Y la prevención empieza en la conciencia y termina en la acción.

No más locales con extractores sin limpieza. No más restaurantes sin sistemas automáticos. No más plantillas que no saben usar un extintor.

El fuego no perdona. Pero sí avisa. Granada ya ha recibido su aviso.